Los desayunos en Irlanda se presentan mayormente en un delicioso formato líquido. Si lo pensamos bien es una gran idea, ya que condensan toda la cantidad de proteínas y líquidos necesarios en un cómodo envase.
Además, una vez terminado el desayuno, el día se convierte en un discurrir maravilloso. Ya no hace mal tiempo, todo es un puro arcoiris, entiendes a la perfección cualquier indicación que te den en la calle, incluso aunque sea la glososalia de un nativo del interior, y todo, todo es perfecto a tu alrededor. Incluso la luz plúmbea de primera de la mañana se transforma en una acogedora luz ambarina que te acompaña como una promesa a lo largo de todo el día.
El único problema son las fotos. Tras la tercera pinta de Guinness, las fotos presentan cierta tendencia a estar ligeramente borrosas y a salirse un poco de foco. Es un fenómeno muy extraño que no parece tener una explicación.
En el servicio técnico han desmontado arriba y abajo cada pieza de la cámara para asegurarme que no encuentran problema alguno; cada tuerca en su lugar, cada engranaje girando sin descanso en su corazón metálico. La única explicación, han anotado en una escueta tarjeta impresa, es que se sea algo relacionado con la humedad de la isla.
Tengan ese consejo en cuenta para su próximo viaje.