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Channel: mirar – El artista del alambre
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Cronos

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CronosNo quiero hablar del tema, fue lo primero que me dijo nada más ponerse a hablar del tema.

Parecía de esas personas con una larga lista de agravios que sólo busca ser escuchada y yo había sido el elegido. De alguna forma había adivinado que soy periodista, o al menos que lo había sido en otra vida. Ya no lo tengo tan claro, este lugar cambia a la gente, un día te despiertas siendo un periodista con algo parecido a una vida y al siguiente te enfrentas a tus pecados y ya no eres nadie.

Él era Cronos, el titán, la criatura más poderosa de toda la creación y ahora pasa la eternidad acumulando montañas de tiempo en este infierno. Lo tritura con sus enormes mandíbulas y va creando montones de sueños perdidos que ordena con verdadera pulsión. Ni tan siquiera sabe porqué lo hace, cuando tienes la eternidad por delante dejas de hacerte ese tipo de preguntas.

No quiero hablar del tema, insiste, y me invita a sentarme y saca una botella con unas tazas de porcelana bastante ajadas.

Él era Cronos, hijo de Gea y Urano. Mi madre era una zorra, esa es la pura verdad. Siempre maquinando dentro de mi cabeza, siempre haciendo planes, siempre empujando hasta que un día lo hice. Sí, lo hice. Eleva un poco la voz y mira al fondo del vaso sorprendido al verlo vacío. Le corte los huevos al imbécil de mi padre. Lo hice, sí, y con una guadaña no muy afilada, añade con una sonrisa de satisfacción.

Por eso me condenaron a este lugar, ¿te lo puedes creer?, me condenaron los mismos dioses del Olimpo. Precisamente tuvieron que ser ellos, todo un ejemplo a seguir con sus violaciones, sus necrofilias y toda su porquería bajo las lujosas alfombras. Como si lo mio hubiese sido algo peor. Me condenaron por castrar el eunuco de mi padre, se ríe ante el involuntario juego de palabras. No es que les importase una mierda la vida de mi padre, claro, pero ellos también tienen cientos de bastardos desperdigados y no querían que cundiese el ejemplo. Si pasamos por alto la muerte de un dios podríamos empezar a hacernos preguntas incomodas, ¿verdad?

Cuando se vuelve para buscar otra botella veo las cicatrices que trazan un mapa de dolor sobre su espalda. Se tapa con pudor y me confirma que fue torturado durante eones antes de ser encerrado aquí. Comprendieron que era inmortal, que nada podían hacerme excepto olvidarme en este lugar cuando se aburrieron de mi dolor. Las cicatrices parecen vivas, se mueven bajo la piel creando pequeñas estelas de luz y electricidad. Están vivas, me confirma, nunca dejan de doler.

El era Cronos, el titán supremo y ahora recoge el tiempo perdido y hace montoncitos enormes. Cuando termina se sube a ellos y desde allí observa las profundidades inabarcables del infierno al que hemos sido condenados.

Todo el tiempo perdido, las horas desperdiciadas, el puñado de sueños rotos que dejamos en todos los cruces de la vida, todo acaba llegando a este lugar. Forma parte de la penitencia, cuando te condenan aquí pasas una eternidad contemplando cómo has desperdiciado tu vida. Un bucle infinito de malas decisiones.

Antes de marcharme rebusca en una estantería y me hace entrega de un pequeña esfera de luz. Es del tamaño de una canica, pero si te acercas ves pequeños mundos atrapados en su interior.

A veces, me explica, entre todo ese tiempo que voy apilando aparece una pequeña esperanza. No ocurre muy a menudo, por eso me gusta guardarlas, aunque en este lugar no sirvan de mucho.

Toma, me la tiende, puede venirte bien. La eternidad a veces se hace insoportable.


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