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Channel: mirar – El artista del alambre
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cazadores de tormentas (imaginarias)

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cazadores de tormentas

Es fácil reconocerlos, aparecen los fines de semana en las zonas de montaña vestidos con ropas de camuflaje y toneladas de equipos electrónicos a sus espaldas. Aunque la verdadera diferencia con el resto de excursionistas ocasionales es la forma en la que se apean de sus vehículos y olfatean el aire, entre nerviosos y confundidos, al tiempo que orientan las fosas nasales en todas las direcciones víctimas de un tropismo que no pueden evitar.

Buscan averiguar la dirección del viento que perciben en constante movimiento. Analizan las nubes en formación sobre sus cabezas, los colores, las formas… todos esos pequeños detalles que pasan desapercibidos para los padres con niños que corretean por las praderas les sirven para trazar un rumbo que graban en lo más profundo de sus subconscientes. Una vez decidida la dirección se lanzan contra las rocas con ciega determinación y ya nada podrá detenerlos.

Nada salvo quizás la muerte, siempre planeando sobre sus vidas y atenta al más mínimo fallo para cobrarse el peaje.

No les queda mucho tiempo, de ahí su nerviosismo, necesitan llegar en el momento exacto en que esas nubes que llevan siguiendo durante meses deciden agruparse para crear una tormenta. Quizás sea una batalla entre colosos, quizás un extraño ritual de apareamiento, o algo más cercano al puro azar. Nadie lo sabe con certeza, grupos de nubes perfectamente definidos se citan en un trozo inmenso de cielo y chocan con estrépito sobre nuestras asustadas cabezas.

Donde otros corren a buscar refugio ellos, los cazadores de tormentas, despliegan sus equipos y se juegan la vida a jirones para lograr capturarlas.

Existen muchas formas de atrapar esas nubes que parecen moverse en pequeñas manadas con una voluntad, una inteligencia a los mandos en busca de un propósito. A veces se usan soluciones de alta tecnología, auténticas trampas digitales llenas de cables y botones y otras veces, las menos, equipos más propios de nostálgicos que usan un simple recipiente de cristal y un par de cables adosados a una batería. Es algo que no muchos saben, pero algo tan sencillo como una vieja bombilla puede almacenar en su interior todas las nubes de una pequeña tormenta de verano.

Cuando bajan de la montaña es fácil adivinar si la captura del día ha estado a la altura de todos los riesgos asumidos. Sonríen nerviosos y abrazan los caros equipos como niños a sus regalos en la mañana de reyes. Se despiden nerviosos, casi al limite de la buena educación. Apenas un par de palabras secas, un leve movimiento con la cabeza y parten nerviosos a bordo de sus vehículos.

Debemos perdonarles, quieren llegar sus hogares, siempre lejanos, siempre fríos y solitarios para observar en las pantallas de flamantes ordenadores si el esfuerzo de toda una vida ha merecido la pena.

cazadores de tormentas


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