Dios llegaba tarde, si tal adverbio puede aplicarse a un ser que vive ajeno por completo al tiempo y al espacio. Seamos pues sinceros, Dios había decidido llegar tarde porque le gusta hacer sufrir a los mortales. Esas creaciones tan llenas de miedos y dudas, tan frágiles y tan estúpidas.
Cuando eres omnipotente acabas despreciando todo lo que has creado, es inevitable. Un día desaparece el orgullo y sólo deseas aplastarlos con el dedo, disfrutar viendo como corren aterrados en círculos mientras con ojos llorosos no dejan de preguntarse, ¿qué hemos hecho mal, oh gran Señor?, ¿acaso te has ofendido por ese estúpido becerro de oro, por esa pequeña infidelidad? Rápido, busquemos alguien para el sacrificio ritual. Estúpidos, eran estúpidos y, lo que más detestaba, previsibles.
Había elegido para la reunión su trozo favorito de carretera. El punto exacto donde un día decidió empezar a crear el mundo y el único lugar de aquella tierra al que aún guardaba algún cariño. La autopista 61, ese era su nombre, aunque cuando Él creo todo aquello no tenía nombre, era poco más que una pradera inmensa llena de extrañas criaturas.
En esa época aún disfrutaba modelando aquellos bichos estúpidos, enormes y destructivos. Luego llegaría el tiempo de los hombres, su más ambiciosa creación, y ahí fue donde sin duda lo estropeo todo.
Abraham ya estaba esperando, siempre puntual y temeroso aunque intentado parecer fuerte, el gran patriarca. Dios no pudo evitar una sonrisa desnuda y fiera al ver el vehículo que había elegido para la cita: un pequeño deportivo descapotable de impecable factura alemana que gritaba crisis de la mediana edad a los cuatro vientos. Dios había aparecido a lomos de una moto también alemana, cierto, pero Él era Dios, no lo olvidemos.
Dios detiene la moto al lado del coche y se queda un rato observando la niebla de la mañana que baja en oleadas de la montaña y el crepitar del aceite enfriándose en el interior de su montura. Dirige un leve movimiento de cabeza hacia Abraham y lanza un certero escupitajo contra el suelo antes de empezar a hablar con la voz que guarda para las grandes ocasiones. La voz del antiguo testamento.
Y Dios le dijo a Abraham, “sacrifícame un hijo” Abe dice, “Tío, me debes estar tomando el pelo” Y va Dios y dice, “No” Y va Abe y dice, “¿Qué?” Dios dice, “Abe, haz lo que quieras, pero la próxima vez que me aparezca, mejor sal corriendo“
Y, bueno, Abe le dice, “¿Dónde quieres que se te haga el sacrificio?“
Y va Dios y le dice, “Lo haremos aquí, en la Autopista 61“
Oh God said to Abraham, “Kill me a son”
Abe said, “Man, you must be puttin’ me on”
God say, “No.”
Abe say, “What?”God say, “You can do what you want, Abe, but the next time you see me comin’ you better run”
Well Abe says, “Where you want this killin’ done?”
God says, “Out on Highway 61”
Highway 61 Revisited Bob Dylan