![cuando dejas de creer en ellos](http://www.elartistadelalambre.net/wp-content/photos/Quirkie/P5130030.jpg)
A veces parecen sorprendidos cuando me ven hacer cosas que para ellos son perfectamente normales. Pequeños actos como conservar un mismo trabajo durante años, pagar facturas de manera puntual o mantener escondidos a los fantasmas que siempre aparecen cuando menos los esperas. Los puñeteros fantasmas que siempre surgen cuando crees que ya has conseguido todo lo que querías en la vida y sólo queda sentarte a esperar. A esperar, ¿el qué? Eso es lo que nunca logran responderme.
Es una palabra que nunca uso a la ligera, pero ellos son mis amigos, lo sé aún sin llegar a entenderlo. Sonríen sinceros y me dan palmadas en las espalda, os lo juro, asienten con la cabeza y me comentan lo bien que me ven, lo centrado que estoy.
Me miran de la misma forma con la que unos padres llenos de orgullo observan a sus retoños dar los primeros pasos. Conscientes de que no deben intervenir para no romper con su presencia el mágico encanto del aprendizaje, pero sabiendo que su vástago acabará llorando en el suelo con una rodilla desollada.
Supongo que en el fondo no tienen ninguna fe en lo que pueda hacer con mi vida y no puedo culparles por seguir la lógica que dictan sus cabezas. Tampoco me importa, ese desvelo que parezco provocarles ya es mucho. Significa que se preocupan, que de alguna forma han decidido que soy alguien digno de ocupar un lugar en esas vidas suyas tan ocupadas, tan sin aristas, ni dudas, ni resquicios. Se diría que son vidas perfectas, un verdadero plan maestro y no el borrón de escolar que me dedico a estropear con mis dedos manchados de tinta.
Pero no siempre es gratitud lo que siento. A veces me dejo atrapar por algo que sólo puedo definir como envidia, esa palabra feroz que roe las entrañas. Recorro sus redes sociales, analizo cada palabra en busca de ese algo que siempre se me escapa cuando creo tenerlo entre los dedos. A veces siento que mi vida, de nuevo ese posesivo en algo que no siento como mio, sería algo mejor si lograse atrapar la esencia que hace a las suyas funcionar.
Sólo a veces…
Me quedan ya muy pocos sueños y los pocos supervivientes que quedan son pequeños y manejables. Tienen miedo a ser grandes, a llamar demasiado la atención, por eso viven en la oscuridad. Saben que si asomasen su fea narizota al mundo real, serían aplastados sin piedad.
La buena noticia es que esos sueños no han entregado las armas. Se resisten a morir, a desaparecer… a hacer lo que quiera que hagan los sueños cuando dejas de creer en ellos.