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Newton lo tenía cristalino: las cosas, cuando se encuentran en su estado natural, tienden a la cantidad mínima de movimiento, al reposo. Lo cual deja claro que Newton tenía una fe ciega en las cosas, o una entrañable falta de conocimiento sobre mundo real.
La tendencia natural de las cosas, querido Newton, es la de irse a la mierda y la de hacerlo, además, a una velocidad estratosférica.
Y en esas estamos, media vida intentando arreglar cosas que ya no tienen arreglo y la otra media preguntándonos el cómo, el cuándo y el porqué se romperán las que aún siguen en pie.
Bendita ingenuidad la tuya, Newton de mi alma.