Mi corazón se saltaba un latido cada vez que lograba hacerte sonreír, eso sí lo recuerdo. Imaginaba la vida como un largo fotograma en el que avanzábamos de la mano por un playa infinita. Cargados de hijos, de deudas y de pequeñas desgracias que sabríamos afrontar juntos. Juntos, qué lejana resuena ahora esa palabra.
Y al final te fuiste. Demasiado rápido. Como una certeza inevitable, como un portazo. Te fuiste aunque durante muchos años dije te arrebataron, como si tal cosa fuese cierta, como si hubiese un poder infinito haciendo trampas en ese mágico lanzar de dados que es nuestro destino. Vuélvete loco, hazte místico, se un completo idiota. No importa, si no tienes las respuestas es el momento de empezar a inventarse las preguntas.
Quizás tuvimos suerte, de verás lo pienso. Nuestras vidas quedaron congeladas en un instante feliz y apenas tuvimos tiempo para estropearlas con nuestras miserias. Como en los cuentos infantiles cuando todos sonríen satisfechos un instante antes del final de la historia y nunca avanzan la película para ver como el paso de los años nos vuelven mezquinos y cobardes. Los celos, el hastío con su pátina de aburrimiento y desidia… nada de eso ocurrió. Nuestras vidas quedaron congeladas en ese breve instante en que todo era perfecto. Por eso aún sigo allí, atrapado en aquella playa… no he sabido marcharme, no he querido buscar el camino de vuelta.
Te darán muchos consejos, no lo dudes, y hasta un puñado de relucientes folletos con el mismo formato y color en todos ellos y plagados de sabias palabras para sobrellevar el dolor, para asumir la pérdida… todo metáforas, todo mentira. Es la vida, suele ser la conclusión a la que te llevan. A esa playa en la que te dejan varado y sin respuestas.
Moverse y avanzar, como si eso tuviese sentido.
Llevar a tus muertos contigo, una hilera de cadáveres que nos sigue en silencio a todas partes. Los primeros frescos y recientes con la carne colgando y los ojos convertidos en una pulpa maloliente. Los últimos un recuerdo, apenas un jirón borroso de niebla, a un paso del olvido definitivo. Hasta que nos toca a nosotros, morimos y nos colocamos en esa fila interminable en pos de algún vivo que nos quiera llevar en sus recuerdos para hacernos un poco menos muertos.
Qué atractiva es la idea de contemplar tu vida desmoronarse por completo. Sentir las llamas lamer la base misma de de todo aquello que alguna vez pareció importante y a la mierda con todo.