[primera parte] Meter la pata y dejarla ahí. Así, como filosofía de vida. Por eso, supongo, he organizado esta fiesta. Esta puta mierda de fiesta en la que, efectivamente, todos son lo que parecen. Menos mal que estás aquí. A tu manera pero, aquí estás, en una esquina del salón, agarrando fuerte una copa, casi como si fuese un salvavidas. Sé que no querías venir. A decir verdad, hace tiempo que no quieres ir a ningún sitio, ni tienes ganas de nada. Hace tiempo. Y ahora…. Ahora ya no. Ahora es tarde para casi todo. Casi todo. Y no sé porqué me pareció que esta podía ser una buena manera de acabar el año. Ojalá esta noche me creas cuando te pida perdón, el perdón que olvidé pedirte las innumerables veces que te pregunté si te pasaba algo e innumerables veces me mentiste, y lo sabía, y lo sé, e hice como si no me importase demasiado. Y me importa.
No tengo ni idea. No sé si una fiesta de final de año es el mejor momento pero, no sé, supongo que es un intento por tratar de ser coherente conmigo mismo, por pretender ser lo que me gustaría ser, lo que me gustaría que fuéramos. Pero lo cierto es que entre lo que eres y lo que te gustaría ser, tú lo sabes mejor que nadie, se pasa un miedo terrible.
Te vuelvo a mirar de soslayo. Ahí sigues. Mismo lugar, copa nueva. Quiero acercarme a ti pero, a mitad de camino, uno de los tipos del trabajo me intercepta para felicitarme por la fiesta tan espectacular que he organizado y por mil cosas más que ni escucho ni me importan. Cuando vuelvo a dirigir la mirada a tu rincón, ya no estás. Todo lo que tiene nombre se va, decías últimamente. Y que tú lo que querías de verdad era encontrar. El qué, en realidad, era secundario: el sentido de la vida, una lagartija en la pared, el amor verdadero, un banquito a la sombra, las palabras adecuadas, las gafas de sol cada mañana, una foto en la que debías tener unos catorce año y que no recordabas para nada. Daba igual. Lo que tú querías era encontrar. No estás. Te busco y no estás. Sólo percibo la electricidad previa a la tormenta. Pero tú no estás. Así que, no me atrevo a salir a la calle a buscarte. No me atrevo. Prefiero coger una copa de champán y brindar. Brindar porque seas tú la que me encuentres.

Pero es inútil, las dudas siempre acaban arañando la puerta para poder entrar…
La falta de talento, las palabras que no terminan de aparecer, las buenas ideas que nunca acaban de ver la luz y cuando lo hacen nunca son como deberían… Supongo que de todo eso hablan estos libros. Son un grito que muere antes de salir.
El resumen de este año puede comprarse en papel aquí o descargarse de forma gratuita en este otro aquí.
El resto de los años, como siempre, en la trastienda.
Un placer haber contado con vuestra presencia durante estas diecinueve mil palabras y setenta fotografías. Adelante, hagan la cuenta, salen a doscientas setenta palabras por imagen.
Demasiadas, ¿verdad?
Si las colocan en el orden correcto encontrarán las respuestas a todas las preguntas que nunca se hicieron. Un sólo fallo y conjurarán todos los demonios que con tanto ahínco pretenden esquivar.
Tengan cuidado, las palabras nunca fueron inocentes.